Salvador Espriu (1913-1985)
Dansa grotesca de la
mort
Horari lent de dolor.
L’ombra suprema davalla
fins al rebel. Faramalla,
màgia banal: antigalla.
A l’ull obert de claror
s’ha congelat en grisalla.
Un glop de sol. Requincalla
de plors fingits de canalla.
Pregària breu al Senyor
Déu Jesucrist embolcalla
amb dol extern la baralla
per quatre jous de xavalla.
Flames de ciris. Buidor.
Vetllen la rica sucalla.
Trist pensament ja tenalla
la pietosa brivalla:
«Malaguanyada mortalla!»
B., octubre 1934
Dansa grotesca de la
mort
Et vas parant, vell dolor.
I la rialla ja dalla
el blat bojal. Faramalla,
olis d’adéu: antigalla.
A l’ull obert la claror
s’ha congelat en grisalla.
Clapes de sol. Requincalla
de falsos plors, foc de
palla.
Llatí d’asperges. Remor
de foscos mots embolcalla
amb dols de dol la baralla
per un pessic de xavalla.
Flames de ciris. Buidor.
Vetllen nyau-nyaus la
sucalla.
Viva recança tenalla
l’estalviaire brivalla:
«Malaguanyada mortalla!».
B., 1980
Danza grotesca de la
muerte
Horario lento de dolor;
La sombra suprema desciende
hasta el rebelde. Zarandajas,
magia banal: antigualla.
En el ojo abierto la luz
se ha congelado en plomo.
Briznas de sol. Baratijas
de lloros fingidos de niños.
Plegaria breve al Señor
Dios Jesucristo envuelve
con duelo externo la riña
por cuatro chavos de calderilla.
Llamas de cirio. Vacío.
Velan los ricos despojos.
Triste pensamiento atenaza
a la piadosa gentuza:
«¡Malograda mortaja!».
B., octubre 1934
Danza grotesca de la
muerte
Viejo dolor, te vas parando.
Y la risa ya guadaña
el trigo loco. Zarandajas,
óleos de adiós: antigualla.
En el ojo abierto la luz
se ha congelado en plomo.
Claros de sol. Baratijas
de falsos lloros, fuego de paja.
Latín de asperges. El rumor
de oscuras palabras envuelve
con duelos de duelo la riña
por pellizcos de calderilla.
Llamas de cirio. Vacío.
Velan mojigatos los despojos.
Viva pesadumbre atenaza
a la ahorradora gentuza:
«iMalograda mortajal».
B., 1980
Considerat com el poema més antic (octubre de 1934) dels que Espriu va
publicar, la Dansa grotesca de la mortés una mostra de com el
poeta reelaborava i corregia contínuament la seva obra.
El volum Les cançons d’Ariadna va aparèixer l’any 1949 amb 33
poemes, va ser objecte d’afegits i modificacions fins a la seva edició
definitiva, el 1980, ja amb 100 poemes.
Aquí transcric les dues versions, ben diferents, d’aquest primer poema
espriuà, juntament amb un interessant article de Ramon Pinyol i Balasch publicat
a ‘La Vanguardia’ (21-4-1981, pàg. 39) amb motiu de l’aparició de l’edició
definitiva de Les cançons d’Ariadnadintre la quarta edició
revisada i ampliada de les Obres completes d’Espriu (1980).
L’article inclou la traducció al castellà de les dues versions del poema, i
no diu a qui es deu la traducció; hem de suposar, doncs, que és del mateix
Pinyol. M’he permès d’esmenar-hi dues aparents errades d’impremta a la segona
versió: afegint un “ya” al segon vers i canviant “mogatos” per “mojigatos”
al vers 14. En canvi, no he sabut com corregir la no traducció del "de" del cinquè vers de la primera versió, vers que en la traducció castellana es fa igual al corresponent de la versió de 1980.
Ramon Pinyol i Balasch
(‘La Vanguardia’, 21-4-1981)
Las canciones de Ariadna: Versión definitiva
Originalidad y modernidad: La transmutación espriuana
Con motivo de lo reciente aparición de Poesía 1, en su cuarta
edición revisada y ampliada de las Obres completes de Salvador
Espriu, que «Edicions 62» ha ido
reeditando a lo largo de trece años dentro de la colección «Clàssics catalans
del segle XX», podemos comprobar de nuevo la magnitud de una obra sometida a
una incesante reescritura.
Parecía ser, sin embargo, que su poesía había quedado prácticamente fijada
y que las pequeñas y minuciosas modificaciones tenían un alcance restringido.
Se trataba de la incorporación, en las sucesivas ediciones, de los últimos
poemas aparentemente circunstanciales, que añadían nuevos registros a la voz
espriuana y auguraban su continuidad, marcada por largos silencios. No es este
el caso del hombre que hoy nos proporciona los frutos de una soterrada y tensa
plenitud intelectual. La presente cuarta edición incluye una de las
experiencias más fascinantes de reelaboración de los propios materiales, do
transmutación de la propia búsqueda en una entidad beligerante que destruye y
levanta los cimientos y las dimensiones de un edificio que da señorío a su
estado de permanente construcción.
Hablamos de Las canciones de Ariadna:
eliminado cualquier prólogo, nada induciría a pensar que nos hallamos ante uno
de los exponentes más característicos de la originalidad radical de la obra
espriuana, originalidad que pone de relieve la infatigable pugna por cifrar y
descifrar una vida y una lengua milenarias en la encrucijada de la modernidad
más mordiente y de la universalidad más profunda. La manera singular con que
nuestra historia inmediata ha permitido crear y poner en comunicación al
creador con su público puede a estas alturas hacer perder la perspectiva
necesaria para situar y evaluar con justicia una de las trayectorias más lúcidas,
más enemigas de toda concesión y más personales que conocemos. Y viene ello a
cuenta al referirnos a una obra presidida por el diálogo de Ariadna, Teseo y el
Minotauro.
Cuando el establecimiento de formas y
sistemas democráticos asiste a la eclosión de los más auténticos creadores
formados en la situación anterior, el nuevo momento corro el peligro de haberse
habituado c los vicios de las anomalías que han durado demasiado y que prometen
perpetuarse.
Todos estos preámbulos se muestran
necesarios para realzar si cabe la envergadura de ¡a operación creacional
espriuana. Las canciones de Ariadna, a partir de ahora, serán el
pórtico obligado y presidirán por voluntad del autor todo su cosmos. El libro
había tenido desigual fortuna tanto desde el punto de vista de la crítica como
del público, Cronológicamente es el segundo libro de poemas de Espriu, escrito
inicialmente entre marzo de 1944 y enero de 1946 y publicado el 1949 con
treinta y tres poemas.
De estos treinta y tres poemas pasamos, a
lo largo de una serie de ampliaciones que un fino crítico como Josep Faulí puso
en cuestión en un artículo muy documentado desde estas páginas de «La
Vanguardia» con motivo de la edición de este libro en 1980, al número actual de
cien poemas. Sin embargo, una lectura rápida de la redacción establecida, por
superficial que sea, nos abre una multitud de interrogantes que nos obliga a
intentar una primera clasificación de urgencia de la naturaleza de los cambios
introducidos.
De entrada, Espriu aclara parcialmente el
enigma de las misteriosas iniciales de una dedicatoria harto significativa,
cuasi programática: la cita de Proverbios —«Muchas son las mujeres que han
hecho proezas, pero tú sobrepasas a todas»— que recubre la existencia de una
gran amistad, la de Melania; la mención del «alter ego» de Espriu, llamado
Salom, que habla en caló; los sentimentales diálogos entre Teseo y el Minotauro
y sus espectadores; los que se afanan tras la «canción» por el ancho mundo; los
ricos y los pobres del Sombrerero Loco de Alicia en el país de las maravillas y
la presencia del «duende» en el derrotado esfuerzo por conseguir el imposible
logro de aquella agua de plata, enlazan los eslabones de un irreductible
entramado poético.
En otro orden de constataciones y en breve
síntesis, cabe destacar la reordenación general, cuya vasta arquitectura luego
intentaremos abordar y que en adelante será tema de precisa investigación dado
el relieve que la secuencia de los poemas tiene en cada uno de los libros
espriuanos; la comparecencia de catorce nuevos poemas sobre la última edición
conocida y una reelaboración capital de la «Danza grotesca de la muerte» que
toma una extraordinaria importancia por ser el poema de fecha más antigua do
todo Espriu (octubre de 1934) y por la dificultad que el poeta se ha
autoimpuesto en su reescritura al mantener sus mismas rimas originarias; la
supresión de dos poemas que han pasado a apéndices de futuros poemarios; siete
cambios de título que dan ahora el núcleo del poema y olvidan la circunstancia
motivadora (especialmente reveladores en cuanto a Machado, Hernández, Rubén
Darío, País Vasco, Chopin, etc.); innúmeras modificaciones de una sola palabra,
de un verso, de una o unas estrofas, siempre en favor de una afinada conciencia
lingüística nunca desmentida; la supresión de las fechas a pie de poema,
excepto un par de casos por errata editorial; leves variaciones en las
dedicatorias interiores y nuevas separaciones entre verso y verso.
La arquitectura del libro puede dibujarse a
grandes rasgos del modo siguiente: una entrada de espectáculo y la aparición de
saltimbanquis y de feriantes; alguna escena costumbrista de ecos goyescos y
picassianos impresionantes; la presentación de una serie bíblica contrapuntada
con temas de datas navideñas; el paso de la muerte con temas griegos que
enlazan con otros similares de origen egipcio y cotejos populares; la cuestión
de la pérdida de identidad en «Enfermo» y la aparición de nuevo del «Teatro»,
«La Canción de Enone» dedicada a Núria Espert y una «Cavatina»; se abren luego
una serie de itinerarios que nos recuerdan «Final del laberinto» y la presencia
constante de la muerte espolea la central «Danza grotesca de la muerte».
Recomienza la rueda con un apócrifo inédito de Mairena y el ojo «Acechador»
espía las crudas realidades hasta otra rueda de viejas canciones que van desde
el desfile militar americano al romance de «La princesa del Yang-Tsé» donde hoy
publica por vez primera «Venta y pasión de la Melera», prodigio que renueva o
supera otros conocidos hitos populares espriuanos. Sigue después el mito de
Sinera en tres poemas y el problema de Dios para pasar a los viejos problemas
peninsulares desde las más variadas ópticas aunando una retahíla de homenajes a
Rosalía, Euzkadi, Valle- Inclán, Machado, Alberti, Rosselló-Pórcel, Miró, Picasso,
Neruda, Cresques Abraham, Jordi Rubió, Salvat-Papasseit, Pompeu Fabra,
Hernández, etc. El final cierra el ciclo de la noche desde el suburbio hasta
las «Coblas de los sumidos en las tinieblas» y »La canción banal de la ciudad
de Ctesifón».
Quienes de esta relación concluyan que se
trata de un mundo multicolor y abigarrado sin nexo interior darán muestras de
la general proclividad a creer que en este país no crecen genios. Allá ellos.
Espriu es el creador de las coordenadas de
un nuevo catalán literario, donde todo es posible, en la línea de los Llull,
Ausiàs y Verdaguer, lejos de las cotas en que se estrellaron las fluencias tan
ineluctables como plausibles de! novecentismo y del neonovecentismo más o menos
imperante y más o menos periodístico y plano.
En un momento en que hay tantas razones
para el desaliento o el despiste más olímpico o la pura inhibición creadora,
los infatigables años de aprendizaje de Salvador Espriu nos devuelven a la
autenticidad de siempre, lúcida y desolada.
Ramón PINYOL I BALASCH